El
canchero, el felpudo, el narcisista, el exitoso, el miedoso, el valiente o el
cobarde. Todos estos adjetivos se relacionan con la autoestima o el
“autoconcepto” que cada persona construye desde niño, luego de adolescente,
transita en la vida adulta y cosecha en la vejez. La influencia de los padres
y el entorno social juegan un rol tan fundamental como así también, el
conocimiento de nuestro deseo interior.
Autoestima y
auto-concepto
El
escritor, psicólogo, sexólogo clínico, teólogo y Pastor General bautista del
“Ministerio Presencia de Dios”, en el barrio de Caballito, Bernardo Stamateas
es un referente obligado a la hora de hablar de liderazgo y superación
personal. Por eso Convivimos lo
consultó para dialogar sobre el significado del concepto de la “Autoestima”
en nuestra vida.
Él dice que primero hay que hacer
una distinción entre dos términos ligados pero distintos: la “Autoestima” y
el “Autoconcepto”. Según Stamateas, “la Autoestima es la emoción, la
“emocionalidad”, cómo me siento con
respecto a mí mismo. El Autoconcepto es cómo nos vemos y pensamos a nivel
cuerpo, a nivel capacidades, qué cosas podemos hacer y qué no, lo formamos y
construimos desde los primeros años y su repercusión emocional sería el lugar
donde se encuentra la autoestima”.
Entonces, cabe preguntarse ¿Cuán
responsables son los papás de la autoestima de sus hijos? Stamateas explica
que los padres juegan un papel fundamental en la construcción de esos dos
conceptos, porque se van formando de acuerdo a la mirada y a la devolución
que ellos les dan a sus hijos. - “¿Cómo es esa mirada, cómo es esa
devolución? Si se descalifica, insulta, agrede y se dicen frases tales como: -“¿Qué
tenés en la cabeza?” O “siempre haces las cosas mal”-, obviamente que el
chico va a crecer con una mirada
descalificadora. Entonces, la manera en que los papás marcan los límites es
fundamental para la construcción de la autoestima”, asegura el psicólogo.
“La
autoestima es la evaluación que hacemos de nosotros mismos, incluidos
nuestros pensamientos, conductas y sentimientos. Refleja el juicio que cada
uno hace de su propia habilidad para
enfrentar los desafíos de la vida, superar problemas y conflictos y el
derecho de ser feliz respetando y defendiendo nuestros intereses y nuestras
necesidades. Esto depende también del ambiente familiar, social y educativo
en el que estemos y de los estímulos que hemos recibido”, define la
licenciada en psicología Claudia
Erlich, miembro de Hémera, Centro de estudios del estrés y la ansiedad
(www.hemera.com.ar)
Además,
la licenciada Erlich explica que la confianza en uno mismo es indispensable
para la autoestima porque es la creencia en la propia capacidad para llevar a
cabo una tarea. “Esta confianza se va adquiriendo a través de las
experiencias cruciales de la vida, del conocimiento, y del intercambio con los
otros. Siempre hay algo que queremos lograr y no hemos conseguido por falta
de confianza, por timidez o vergüenza, pero si toleramos cierta frustración,
cierto margen de error, lo intentaremos nuevamente”, asegura la psicóloga.
La autoestima
adolescente y la mirada social
Durante
la adolescencia, aparece la mirada social y ese es un elemento importante en
la autoestima adolescente, resalta el escritor de “Heridas emocionales”,
“Pasiones Tóxicas” y “Fracasos Exitosos”, entre otros Best-seller. “Es el momento en que esa persona descubre que no
solo mira a los demás sino también, que es mirada”.
Por
ejemplo: El fanfarrón tiene una baja estima, porque está atado a la mirada
del otro y tiene que exagerar sus logros. La persona de falsa humildad que
dice: `Yo no pido nada o no sirvo para
nada´, también tiene una autoestima inmadura, porque está esperando que el otro le diga: ` ¡Che
qué grande que sos! ó ¡Sos bárbaro!´ Entonces, la mirada del otro tiene que
servir para ubicarnos pero nunca para depender. La mirada interna es la que
cuenta. Ahora, eso no quiere decir no considerar al otro, por lo menos al
`otro significativo´, porque aquél que no escucha es un narcisista”,
ejemplifica Stamateas.
“Esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es
positiva, permite actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo,
enfrentar las dificultades. Cuando es negativa, engendra sufrimientos y
molestias que afectan la vida cotidiana”, sostiene Luis Hornstein,
psicoanalista y presidente de la Fundación para el Estudio de la Depresión. Y
agrega: “La autoestima es sentirnos competentes para enfrentarnos a los
desafíos y creernos merecedores de recompensa. Contiene varios aspectos:
confianza en nuestra capacidad de pensar y tomar decisiones adecuadas, y
convicción en nuestro derecho a ser reconocidos por los demás y por nosotros
mismos. La autoestima facilita la acción: la acción alienta, modela y
construye la autoestima. Junto a las relaciones afectivas y a los proyectos
es uno de los grandes nutrientes”.
Los niveles de autoestima no permanecen siempre iguales,
sino que sufren fluctuaciones ligadas a los estados psicológicos, y a las
circunstancias de la vida. “Una buena autoestima nos permite hacer frente a
las situaciones de nuestra vida personal o laboral, y nos ayuda a
recuperarnos de nuestras caídas con mayor rapidez. Por el contrario, un
déficit de autoestima nos lleva a buscar amparo en lo que ya conocemos y nos
resulta fácil. Se elige permanecer en el mismo lugar, donde no se es feliz,
pero se está cómodo”, puntualiza la licenciada en Psicología Claudia Erlich.
¿Cuál sería la mejor definición de
la autoestima, entonces y qué se debe tener presente? Según Bernardo
Stamateas deberíamos “reconocer que hacemos algunas cosas bien, algunas cosas
más o menos y algunas cosas mal” y
describe que la persona que sólo ve aquello que hace bien se llama
narcisista, porque es “yo” y nada más que “yo”, es decir sólo se puede
conectar con lo que hace bien y no con lo que hace mas o menos o hace mal.
Y
continúa: “En el otro extremo está el `felpudo´, el que dice: - Yo soy un
desastre, hago todo mal- y que no puede ver qué las cosas que hace bien y qué
cosas hace más o menos. Entonces, cuando uno acepta las tres premisas tiene
una buena estima. Por ejemplo: Si un soldado que está en la trinchera sólo
reconoce que tiene miedo, va a huir. Si sólo reconoce que tiene valor, va a
ir al frente y lo van a reventar. Y si reconoce que tiene valor y miedo, las
dos cosas, se queda en la trinchera peleando hasta que lo arresten o termine
la batalla”, ilustra el psicólogo y pastor.
Reconocer
debilidades, corregir errores y copiar virtudes
Detectar
estos conceptos –debilidades, errores y virtudes-, en nuestras acciones
diarias, estaría íntimamente ligado a nuestra inteligencia emocional. Según Stamateas, uno puede tener una buena
estima en un área y no necesariamente en otra: “Una persona con buena
autoestima reconoce sus debilidades, corrige sus errores y copia las
virtudes; porque mira para adentro y tiene buena autocrítica; aprende del
error y, también, reconoce las virtudes del otro para imitarlas”.
Lo
ideal es “diversificar” las fuentes o “afluentes” de la autoestima, “porque
si se sostiene en una sola -en las mujeres es más habitual centrar la
autovaloración en lo afectivo y en los hombres, en lo laboral-, cualquier
pérdida en uno de estos ámbitos puede desembocar en una verdadera catástrofe
narcisista”, analiza Hornstein.
El éxito y la fama
En
principio, el éxito y la fama son dos conceptos distintos. Se puede tener éxito y fama, se puede tener
sólo éxito o sólo fama. “Cuando vos te conectas con tu propio deseo, con tu
propia meta, con lo que vos querés, tenés éxito. En cambio, la fama es la
mirada social, es decir cómo te ven los demás, cuando cumplís el deseo de
ellos” –distingue Stamateas y ejemplifica- “Si vos sos un científico y te
gusta investigar, tenés éxito porque estás haciendo lo que te da
satisfacción, a pesar de que nadie te conozca. Es decir, que tenés éxito pero
no tenés fama porque, en cierta manera, no existe la mirada social”.
“En
cambio –continua Stamateas- si sos un científico que escribe un libro y
gracias a esa publicación te das a conocer y ganas el Premio Nobel, tenés
éxito y fama, porque logras
reconocimiento social, la fama, y éxito porque cumpliste tu propio deseo. El
caso típico del pibe que estudió abogacía porque los papás le dijeron toda la
vida que debía ser abogado, como lo fueron los otros miembros de su familia,
es famoso y es reconocido a nivel social pero no tiene éxito, porque no
conectó con su deseo interior”.
Tener
un buen conocimiento de uno mismo, por ejemplo: qué nos gusta y qué no, qué
estamos dispuestos a negociar y hasta dónde llegaremos para lograr nuestras
metas, ayuda a proveernos de consistencia interna, algo que nos aporta una
sensación de confianza en nuestra individualidad. “El desafío es en todo
caso, lograr la mejor versión de uno mismo”, asegura María Gabriela
Fernández, psicóloga de Hémera.
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