Por Natalia Yanina Vázquez
Cómo consensuar la convivencia entre padres e hijos. La
crianza y la educación que se brinda y se aprende con los niños. Los límites y
la autoridad que contempla el rol de padres. El respeto no implica obediencia
ni temor. La importancia del diálogo.
¿Qué pasa con la autoridad en casa?
¿Por qué los padres sienten culpa cuando retan a sus hijos? ¿Por qué es
importante acordar y aplicar límites? Los chicos de hoy desobedecen a sus
padres, lloran, hacen berrinches y caprichos. Cada vez es más difícil
contenerlos ¿Cómo lograr que los hijos “hagan caso” y demuestren actitudes
positivas, colaborativas y saludables para hacer más fácil la convivencia?
Franco
de 12 años y Nicolás de 8, van de lunes a viernes a doble escolaridad porque su
papá, Javier Massimino, y su esposa trabajan ambos todo el día fuera de sucasa.
Ni bien llegan del colegio,los chicos meriendan, hacen la tarea con ayuda, si
la necesitan. Luego juegan, se bañan, se reúnen a comer todos juntos y después,
con gran insistencia, les ordenan acostarse temprano. Javier considera que sus
hijos son “bastante dóciles”, aunque confiesa que, en la convivencia, no les
resulta fácil exigirles que sean ordenados “por ser varones”.
Los chicos no son los de antes
La
sociedad cambia continuamente y las familias no son una excepción debido, en
parte, al deslumbrante avance tecnológico, la expansión de los medios de
comunicación y la sobre exposición de información que tienen los hijos y,
también los padres.En este sentido el licenciado Alexander Covalschi, Director
de la Asociación Psicología Abierta (www.psicologiaabierta.com)
reflexiona que los padres y los niños de antes tenían cierto pensamiento
transmitido mayormente por la cultura y la tradición familiar, además no corría
demasiada información para contrastar o cuestionar los saberes cotidianos.
Entonces,
dada esta multiplicidad de recursos de información,“es importante que los
padres se permitan un espacio de reflexión acerca de quécrianza prefieren
adoptar para su familia y, desde ese lugar, actuar efectivamente”, explica
Covalschi y entiende que si no existe tal acuerdo, los retos, los castigos y
las directivas a los niños suelen surgir de manera impulsiva y desde una
emoción negativa como la bronca, la impotencia o el desgano.
Javier,
el papá de Franco y Nicolás, recuerda que sus padres eran bastante estrictos
con él y con sus hermanos. Con el paso del tiempo se moderó la relación y
confiesa que logró, de adulto, acercarse a ellos sin reproches y “hacerse amigo
especialmente de su papá”. En su casa considera que él es quien “pone los
límites” porque su esposa es más “condescendiente” y “sobreprotectora”.
Los límites educan
Si
bien en la actualidad se hace hincapié en respetar y escuchar las ideas de los
niños, todos los especialistas en psicología y educación coinciden en que esa
participación y cooperación no debe confundirse con la necesidad de aplicar
límites. Esos retos o regaños darán
resultados positivos en la crianza de los hijos mientras no se apliquen de modo
“autocrático” es decir que los niños
solo aprendan a obedecer -o a rebelarse- y no haya lugar para sus deseos y
reclamos.
Según
Covalschi, la aplicación de límites es la manera en que los hijos interiorizan ciertas
reglas que después se reflejarán en una vida responsable y adaptada a la
sociedad, pero esos límites deben ser claros y empezar en el hogar. Si estos
retos o advertencias generan culpa o malestar en los padres cabe preguntarse
desde qué lugar están surgiendo, si provienen de cierta reflexión y contemplan
la intención de corregir alguna actitud que afecta al niño o, por el contrario,
no están amparados en ninguna clase de fundamento.
“Los
límites claros, reproches y regaños racionales forman parte de la educación de los
padres hacia los hijos. Puede mencionarse el cariño, la empatía y los espacios
compartidos entre padres y sus chicos como un ámbito de contención que mejora
la condición emocional de los niños y ayuda a su maduración progresiva y natural”,
reflexiona Covalschi y admite que la falta de tiempo y la necesidad de trabajar
lo máximo posible para suplir las condiciones materiales de la vida cotidiana
hacen difícil sostener espacios de encuentros y de conexión entre padres e
hijos. Sin embargo, es necesario resaltar que la búsqueda y la defensa de estos
ámbitos enriquecen notablemente la relación y la salud mental de los niños.
Sustituir
la televisión durante la cena o el almuerzo por una charla familiar, un paseo
por la plaza, una salida al aire libre donde realizar actividades recreativas,
culturales o algún deporte; o programar un fin de semana en un lugar donde
compartir y vivir en familia, son ejemplos de pequeños hábitos saludables que
enriquecen plenamente la relación entre padres e hijos y generan niños más
sanos y libres.
En
la adolescencia a veces la oportunidad es única; es importante realizar una autocrítica
de cuántas veces se posterga una charla o no se le da el lugar que merece por
“falta de tiempo”. Hay preguntas y situaciones que los hijos plantearan y que lo harán por única vez.
El respeto a los padres
La
licenciada en psicología María
Casariego de Gainza miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)
autora de “Adopción: La caída del prejuicio” entre otras publicaciones (licmariacasariego.blogspot.com)
resalta que la autoridad no se obtiene por ser
solamente los padres e imponerse desde la agresión porque la verdadera
autoridad es consecuencia de un vínculo respetuoso.
“El
respeto es una consecuencia de la coherencia, de la dedicación y del amor; esa
es la mejor autoridad que podemos tener, la que surge de esa conjunción. Cuando
un padre grita o tiene que poner castigos para que sean eficaces sus
indicaciones es señal que algo falla. El refuerzo desde la violencia como modo de obtener autoridad es
señal de fracaso en nuestra función, habla de nuestra propia impotencia”,
indica la licenciada Casariego.
Por
lo tanto la profesional aconseja que es fundamental descartar el autoritarismo
como modo de educación, porque el miedo no es un buen camino e inevitablemente llevará
a la rebeldía desde distintas conductas del niño, que se acentuarán y agravarán
cuando llegue a la adolescencia. “Criemos y eduquemos desde el amor no desde el
terror. El miedo genera resentimiento y distancia emocional”, destaca la
psicóloga.
Abrir el diálogo
Javier cuenta que muchas veces lo invade
la culpa luego de retar a sus hijos: “No puedo estar mucho tiempo enojado con
ellos. Entonces, voy a su habitación, entablo una conversación y arreglamos los
tantos. Así, les pido que ese mal comportamiento no lo vuelvan a hacer, nos
abrazamos, nos pedimos disculpas y listo”.
Según la licenciada Casariego es necesario conversar
con los hijos, acercarse, averiguar cómo
está su vida, sus relaciones sociales y sobre todo acompañarlos emocionalmente.
Los hijos deben sentir que el mejor refugio son los padres, es la única manera
que recurrana sus papás para consultarles sobre aquellos temas que son
fundamentales que los hablen con los adultos (por ejemplo
su sexualidad)
“Busquemos
espacios de conversación y escuchar desde sus estilos, no impongamos los temas
y ejerzamos una labor de tolerancia
frente a lo que no estamos de acuerdo. Las épocas han cambiado y se hace
imprescindible abrir nuestras cabezas. Desde la crítica o la censura de ciertos
temas lo único que lograremos es un ‘final de dialogo´ y que otras figuras
reemplacen nuestro lugar”, advierte la psicóloga Casariego.
Asumamos que es posible
mantener una autoridad sana, responsable y ofrezcámosles a nuestros hijos una
dulce maternidad y paternidad fundada en previas reflexiones sin dejar de
respetar, a su vez, la individualidad humana de nuestros hijos.
ASUMIR EL ROL DE PADRES
Javier explica que él y su esposa remarcan
a sus hijos que ellos son sus padres y no sus amigos pero observa que muchos
chicos llaman a sus padres por el nombre en vez de decirles papá o mamá:
“Nosotros eso no lo permitimos. Para mi hijo soy papi, pa o papá”, determina
Javier.
En
este sentido la licenciada Casariego advierte que actualmente los padres tienen
dificultad en identificarse en su rol adulto y función paterna. La “revalorización
de la juventud” genera “confusiones” generacionales.
Entonces, la asimetría es imprescindible. Para un adolescente es muy confuso que
sus padres no tengan clara su función y su edad.
“Hay
una ‘adolentización´ de la vida que borra diferencias en la relación padres-
hijos, esto no ayuda a la ubicación del adolescente en el mundo. Este
borramiento de la diferencia etaria impide los límites”, advierte la psicóloga.
Javier cuenta que su hijo menor solía llorar cuando
recibía un “no” como respuesta. El psicólogo Covalschi explica que tanto
una rabieta como una lastimadura en un niño, se curan con amor. Una madre o un
padre, que contiene a su hijo en un momento de dolor, o en un arranque de
enojo, evitará escenas de tragedia o de incontinencia emocional. “En general,
el berrinche de un niño es un profundo llamado de atención, una necesidad de
ser tenido en cuenta. ‘Toda demanda es demanda de amor´. En estas situaciones,
los niños suelen ‘enseñar´ también a los padres a asumir el rol de cuidadores”,
enfatiza el licenciado.
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