Una comida o varias
comidas. Cómo enfrentar el problema de “esa comida no me gusta” de los chicos.
Qué hacer y cómo lograr que los hijos coman.
Durante
la infancia, los niños pueden negarse a comer por muchas razones: aversión a la
apariencia, sabor o forma; poco apetito; o simplemente por distracción ya que
su atención se centra en actividades más atractivas como el juego. Si bien,
estos rechazos, generalmente, no llegan a ser problemáticos, algunas actitudes
pueden ocasionar trastornos de la conducta alimentaria en la pubertad o
adolescencia.
“No tengo hambre”; “no quiero
comer”, “esa comida no me gusta” son frases que habitualmente Santiago de 4
años les dice a sus papás a la hora de sentarse a comer. “Lo único que elige
son las pastas –cuenta Laura, su mamá,- entonces la pediatra nos aconsejó que
le variemos los platos con diferentes rellenos y salsas”.
En este sentido María Laura García, nutricionista
de adultos y niños en Policonsultorios Quilmes, explica que si los hijos
presentan dificultades para comer, es muy delgado y tiene poco apetito, es
importante ofrecerles comidas con mayor densidad energética es decir, calorías
y proteínas, para ayudarlos a prevenir la pérdida de peso.
“De
manera que se puede incorporar una cantidad extra de aceite, crema de leche,
manteca ó margarina, a preparaciones calientes como purés, sopas, pastas,
arroz, papas, polenta, batatas, guisos”, enumera la nutricionista. También,
agregar quesos tipo crema, mantecoso ó fresco, en preparaciones como soufflé,
budines, omellettes, rellenos de pastas, canelones, lasañas, ravioles, tartas,
empanadas o pizzas.
El vínculo madre-niño en la
alimentación
María
Paula Gerardi, psicóloga de niños y adolescentes, explica que la alimentación
es una forma de comunicación entre la madre y el bebé, dar el pecho o la mamadera en un ambiente cálido, de conexión y
de ternura va dejando huellas psíquicas en el niño y va construyendo su
subjetividad. “Es saludable que desde esos primeros momentos que son los
inicios del niño con la alimentación muy ligados al contacto con el cuerpo
materno, con las miradas, las caricias y las palabras sean experiencias
placenteras para ambos”, aconseja Gerardi titular también del sitio www.orientacionapadres.com
Asimismo,
explica la profesional que el pasaje de líquido a sólido es un período muy
importante en lo que respecta a la alimentación. El bebé comienza a explorar.
Entonces, hay que permitir que el niño juegue con los alimentos, que los toque,
que se ensucie, que los pase por su carita, que juguetee con la cuchara y que
tome el vaso. Estas experiencias en un contexto de juego, exploración y afecto
marcan el futuro vínculo del niño con la alimentación.
No forzar a los chicos a comer
Los
niños pequeños suelen distraerse mucho a la hora de comer: no se quedan quietos
o se paran en su silla, se levantan para
buscar algún juego y luego vuelven a sentarse y así la hora de la comida se
convierte en un enorme desafío entre padres e hijos. Muchos papás han usado y
aún pronuncian frases tales como: “Si no comes no tenés postre” o “hasta que no
comas toda la comida no te levantas de la mesa”.
En
este sentido, la titular del sitio Orientación para Padres propone no forzar a los chicos a comer, sino ir familiarizándolos
de a poco con los nuevos alimentos, cortar la comida en pequeños trozos o crear
distintas formas con sus ingredientes en el plato. “Hay que tratar de evitar
las discusiones relacionadas con la comida y no hay que castigar a los chicos
por que no comen, ni hay que sobornarlos”, concluye Gerardi.
Gisela
López cuenta que su nena de 3 años suele tirar la comida al piso, cuando no le
gusta o escupirla en el plato, luego de masticarla. “Desde bebé tuve que tener
mucha paciencia cuando empecé con sus papillas. Me rechazaba la cuchara así que
su pediatra me aconsejó no usar una de metal, sino de plástico, solía llorar y
voltear su cara cuando le daba de comer”, recuerda Gisela.
La licenciada Gerardi advierte que
a los dos y tres años los chicos quieren hacer las cosas solitos, se van
separando del adulto y comienzan a explorar su independencia. Por lo tanto, es
necesario darles la oportunidad de comer solos aunque tarden y también,
dejarlos “probar” aunque se ensucien y tiren la comida al piso. El rechazo a la
comida a esta edad, en ocasiones, puede ser un intento de reforzar su
independencia.
Desde
el año de vida, los bebés pueden participar de la mesa con los adultos y es
aconsejable que sea un momento compartido, un momento tranquilo, de reunión, de
afecto y comunicación sin discusiones y sin televisión.
Según
un estudio de Unicef sobre “Nutrición, desarrollo y alfabetización”, los niños
no deben ser forzados a comer. El rol del adulto es proveerles alimentos con
frecuencia y en variedad. Los niños son resistentes a los cambios del mismo
modo que lo son los adultos. Por eso, cuando se les ofrece un alimento nuevo,
se les debe dar la oportunidad de probarlo, rechazarlo, desmenuzarlo, jugar con
él. Este aprendizaje es parte del desarrollo global.
El sabor, el olor y las
texturas
Como
dice el refrán “sobre gustos no hay nada escrito”. Así, Carolyn Korsmeyer en su
libro “El sentido del gusto” relata que los filósofos han interpretado las
preferencias gustativas como particulares, personales y resistentes a toda
estandarización y explica que los gustos expresan un significado y por ello
poseen una dimensión cognitiva (de conocimiento) por lo tanto comer es una
actividad con un profundo significado social.
El sabor: Cuando los pequeños comienzan a incursionar en el mundo de los
alimentos sólidos, ellos tienden a preferir los sabores suaves y dulzones a los
más ácidos o amargos. Según “La guía práctica de nutrición infantil” de
Carolina Camacho Mackenzie, nutricionista y gourmet colombiana, el gusto por el
dulce en los niños es natural, se desarrolla desde que el niño está en el útero
de la madre porque el líquido amniótico que lo rodea es dulce y lo ingiere
desde el quinto mes de gestación. Por lo tanto, es un sabor que no le resulta
desconocido al nacer. Además, la leche materna como las de fórmula tiene un
sabor dulzón.
Entonces,
es altamente probable que los niños acepten de manera más natural alimentos
dulces como zanahorias, calabaza y batatas que aquellos como el repollo, el brócoli
o la coliflor. Por lo tanto, es aconsejable
combinar sabores más dulces con otros más fuertes e ir reduciendo gradualmente
la proporción de los sabores suaves respecto de los más intensos.
El olor: La lengua es capaz de detectar
sólo cuatro sabores básicos: dulce, ácido, salado y amargo, y lo que
denominamos sabor de las comidas en realidad está determinado por su olor. Cualquier
barrera que afecte la capacidad olfativa, como un resfrío, también afectará el
sentido del gusto; por eso los niños pequeños resfriados pueden rechazar todo
tipo de alimentos. Además, tampoco les gustan los alimentos con olor muy
fuerte, como el ajo o las cebollas.
Teresa
Becerra, psicoanalista mexicana y autora de “La Alimentación en la Primera Infancia ” explica en su
libro que hay bebés que rechazan muchas comidas por su olor, entonces
recomienda realizar una “aproximación gradual”. Esto es que el bebé tolere estar cerca de
ciertos olores, sin intentar que los pruebe, para que se familiarice con ellos.
También, se puede poner el alimento de sabor nuevo en sus dedos o en un juguete
para que al manipularlo el niño vaya exponiéndose a ese sabor u olor y gradualmente se acostumbre a él y
empiece a gustarle
La
textura: “Es importante que la
textura de la comida vaya variando de mas suave a menos suave, conforme a la
edad del niño”, explica la nutricionista y escritora colombiana. A los niños suelen
no gustarles ciertas texturas como la carne fibrosa y difícil de masticar, las
comidas resbaladizas o grasosas y los vegetales gomosos o con filamentos.
También, de muy pequeños, ellos pueden rechazar todo lo que no esté reducido a
puré o pisado si todavía no desarrollan la habilidad de deshacer los grumos, en
cuyo caso habrá que darles alimentos cremosos y suaves como yogur y sopas.
“A veces -amplía Becerra- un método negativo o
de castigos puede a corto plazo modificar una conducta, pero no necesariamente
es un éxito terapéutico. Es más recomendable invertir el esfuerzo en lograr que
el niño y sus padres consigan tener una relación de cooperación mutua y busquen
soluciones juntos. Aunque esto tome más tiempo, el resultado a la larga será más satisfactorio”.
La hora de la comida es un momento
apropiado para la socialización, el diálogo y la relación afectiva con el niño.
Por tanto es importante crear una atmósfera agradable, de charla e intercambio.
Cuando se produce tensión y disgusto, podemos llegar a crear un niño
inapetente, sólo por cierta actitud negativa de gritos, ademanes bruscos o
imposiciones.
• Hacer de la hora de la comida un
momento de diversión
Haz que intervenga en el
“ritual” de la comida. Llevar a los chicos de compras a la verdulería,
carnicería o supermercado y enseñarles las verduras y frutas por colores y por
nombres.
Una vez en casa, invitarlo a que
ayude a guardar lo comprado y ordenarlo. A partir de los 2 y 3 años pueden
ayudar a elegir el mantel, a poner las servilletas y su vaso o cubierto. A
partir de los 4 años el niño puede ayudar o hacer él mismo una receta sencilla,
bajo la supervisión de un adulto y esto, sin duda, lo estimulará a probar y comer.
En lo que respecta al menú, proponerle
a los hijos que elijan entre algunos platos, pero no hacer de la cocina diaria
un restaurante a la carta.
• No lo presiones
Las expresiones como: “¡Come
toda la comida del plato!” harán que el niño se niegue a comer. Si el pequeño
no se siente presionado, empezará a comer sin ninguna preocupación. No hay que
enfrentarse a un hijo que no quiere comer, porque él buscará agotar la
paciencia de quién lo rete. Tratá de decirle pacientemente: “De acuerdo, no
comes en la mesa, pero si tenés hambre dos horas más tarde, vas a tener que
esperar a la cena”.
• Haz atractivos los platos
Darle formas a las verduras o crear con ellas algún
dibujo. Cortar la fruta en pequeños trozos y ensártala en un palito a modo de
brochets. Ese momento de diversión le gustará y le hará olvidar que bajo esas “creaciones”
colores y formas se encuentra el puré de zanahoria que tanto le desanima.
Fuente: Guía infantil de Nota Publicada originalmente en revista Convivimos - Autora: Natalia Yanina Vázquez